La emancipación de los hijos provoca en algunos padres sentimientos de tristeza, soledad y vacio...
Es
ley de vida: un día los hijos se independizan y dejan el hogar familiar. Los
padres que han dedicado todas sus energías a su cuidado son más proclives a
padecer el síndrome del nido vacío. Los sentimientos de soledad,
tristeza y vacío que origina no duran para siempre si se siguen algunos
consejos.
Este
sentimiento de malestar y soledad nace en los padres cuando uno o más hijos se
van de casa, ya sea para ir a estudiar a la universidad o para emanciparse.
Los
sentimientos que afloran en los afectados son varios: se sienten solos,
tristes, inútiles, angustiados y con cierto nivel de ansiedad. Pueden, incluso,
padecer trastornos del sueño, como insomnio o frecuentes despertares nocturnos.
Su autoestima se puede ver afectada y, en algunos casos, desarrollan síntomas
asociados a la depresión, como la fatiga o la falta de concentración. Aunque
las principales señales son psicológicas, también pueden experimentar algún
tipo de somatización, como dolores de estómago, dificultades en la digestión o
dolores de espalda.
Este
síndrome se puede sumar a otros problemas diferentes que se agravan entre sí.
Del mismo modo que ocurre con la depresión, que suele empeorar cuando fallece
un familiar querido o se pierde un trabajo, este trastorno se agrava si
coincide con la menopausia de la madre, por los importantes cambios hormonales
que conlleva, así como con la jubilación, por los cambios que implica en una
estructuración del tiempo y la pérdida de compañeros.
Las
madres son las que más lo sufren pero también afecta a padres y a tutores de
menores.
Afecta
más cuanto mayor es la sensación de soledad, lo que implica que la permanencia
de un hijo o más en el hogar familiar puede aliviar un tanto los síntomas. No
obstante, estos no son más acusados si se van más hijos, o menos si se queda
alguno en casa, sino que depende del vínculo y dedicación que los padres hayan
tenido con cada uno de ellos. Puede que esos lazos y entrega hayan sido muy
estrechos con sólo uno de ellos. En ese caso, aunque quede uno o más hijos en
casa, la persona puede padecer los mismos síntomas si el que se va es el que se
había protegido más. En cambio, los que han sido más independientes durante
años, no dejan tras de sí tantos síntomas del síndrome.
¿Se
puede evitar el dolor que genera la ausencia de los hijos? Algunos estudios
recientes sugieren que la calidad de la relación paterno-filial es crucial y
que haber desarrollado y mantenido una buena relación entre padres e hijos
ayuda a prevenir el problema, porque la transición (tras la marcha de los
hijos) es más llevadera psicológicamente para los padres.
Otros
expertos aconsejan a los padres que, además, se preparen para esa nueva etapa
vital mientras sus hijos aún vivan en el hogar familiar. Esta preparación
consiste en ampliar su red social o número de personas que uno tiene a su
alrededor (por ejemplo, apuntándose a cursos), así como la calidad de sus
relaciones (visitar con más frecuencia a amistades, asistir a fiestas,
cumpleaños o bodas).
Es
aconsejable que los padres se preparen para la nueva etapa mientras los hijos
aún vivan en el hogar familiar
También
aumentar el número de actividades de ocio y aficiones contribuye a prevenir el
síndrome. Aquellos padres que practican deportes o están unidos a alguna
asociación cultural hacen que su vida tenga un significado más, aparte del
cuidado de los hijos, lo que les ayudaría a estar más preparados para su
marcha.
La
buena noticia es que es muy poco probable que este síndrome se arrastre para
siempre, si se trabaja bien, con una correcta orientación psicológica y el
paciente sigue las instrucciones de la psicoterapia.
El
papel del psicólogo ante este síndrome consiste modificar las creencias y
pensamientos equivocados de los afectados (la sensación de inutilidad, de que
la vida ha perdido todo el sentido o de que no podrán aprender nuevas cosas ni
ocupar su tiempo libre), así como ayudarlos a encarrilar la nueva etapa vital,
sin hijos a su cargo, mediante algunos cambios.
Éstas son algunas de las propuestas:
Éstas son algunas de las propuestas:
-Ocupar el
tiempo que antes se dedicaba a los hijos en actividades de ocio y tiempo
libre que resulten agradables, como viajes, aficiones, deporte, labores
útiles para la casa o el desarrollo personal y profesional.
-Reavivar
la vida de pareja y aprovechar esa soledad para recuperar la intimidad y
el diálogo que quizás no se podía tener cuando los hijos estaban aún en
casa.
-Ver el
problema como una liberación y oportunidad para hacer cosas que no habían
podido hacer.
-Aceptar la
nueva situación, ver esta
transición como una nueva etapa: la relación con los hijos cambia, no
termina.
-Aceptar
que la pérdida es positiva. Es importante
que, tanto los hijos como los padres comprendan que la pérdida es
positiva. Para ello, se deben fomentar pensamientos del tipo: "si
están listos para irse, entonces hemos hecho un buen trabajo".
-Concederse tiempo para adaptarse a la nueva situación, y respetarlo.
No es aconsejable deshacer enseguida la habitación del hijo que se ha ido
si produce un gran dolor. Hay que valorar si los padres la mantienen para
las visitas o si la conservan como "un santuario" para recordar
al hijo que se ha independizado y anhelar y llorar su regreso. En este
segundo caso, los padres deberán trabajar por y para la aceptación de la
marcha del hijo.
(tot això és un "refregit" de diversos artícles que he trobat "brujuleando" per la xarxa...).
(tot això és un "refregit" de diversos artícles que he trobat "brujuleando" per la xarxa...).
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